Cafayate

Esta localidad, ubicada en el centro de los Valles Calchaquíes de la provincia de Salta, Cafayate está flanqueada por ríos, médanos y viñedos donde se produce la cepa del torrontés en una variante reconocida mundialmente por su sabor, cuerpo y color.

Dueña de uno de los paisajes más impactantes de Argentina, la Quebrada de Cafayate o de las Conchas descubre una serie de formaciones naturales que resaltan en el camino como la famosa Garganta del Diablo, un cañón profundo y cerrado, cuyo final parece una especie de traquea que incita a subir.

Luego aparecen El Anfiteatro (una formación montañosa con una acústica que favorece hasta al menos entonado), El Sapo, El Fraile, El Obelisco, Los Castillos, cuyos nombres representan lo que parecen ser.

Los Médanos o Dunas, pequeños arenales blancos con composición de mica calcárea (mineral), seduce a los viajeros por las caprichosas figuras que forma el viento, sobre todo cuando se camina a la luz de la luna. Están ubicados a 178 kilómetros desde Salta ciudad.

La quebrada es un rasgo morfológico moderno y se remonta a los movimientos tectónicos que tuvo lugar a fines del período terciario, y más concretamente durante el cuaternario, esto es en los últimos dos millones de años, según geólogos locales.

El Pueblo:

 

La majestuosa Quebrada de las Conchas, los médanos, la iglesia y las bodegas viñateras identifican a Cafayate. La ciudad está rodeada por un cinturón de viñedos. Las bodegas ofrecen circuitos por sus viñedos donde no puede faltar el inconfundible vino torrontés, como así también se puede saborear vinos pateros de decenas de pequeños productores que hasta hoy pisan uvas.

Sin duda el encanto de este bello e importante pueblo dentro del circuito calchaquí se disfruta plenamente recorriendo sus calles, admirando la incomparable arquitectura de su Catedral, la arbolada y florida Plaza Principal, el pintoresco Viejo Molino de piedra, y los MUSEOS llenos de historia y tradición. Cafayate tiene un estilo entre colonial y barroco de fines del siglo XIX. Frente a su amplia plaza están la iglesia parroquial y el edificio municipal. Desde esta ciudad y recorriendo cinco kilómetros de senda se puede acceder a finca San Isidro, donde se encuentran cuevas con pinturas rupestres.

Se puede visitar el «museonor/ Regional y Arqueológico Rodolfo Bravo», donde más de mil piezas arqueológicas relatan los orígenes de la zona. Está situado en Colón 191 y abierto todos los días de 11 A 20. Los visitantes son guiados por Helga Mazzoni, viuda de Rodolfo Bravo, creador del museonor/.

Otra de las reliquias de los alrededores de Cafayate es un molino jesuítico de 350 años que aún está en funcionamiento. Se lo encuentra a seis kilómetros del pueblo más famoso de los Valles Calchaquíes. Puede moler por vez hasta 200 kilos de sémola, polenta y harina de maíz (tres calidades de molienda).

La estructura del molino está formada por dos piedras circulares de un metro de diámetro cada una. Una es fija y la otra móvil. Tiene además una estructura de hierro (antes era de madera) que está debajo de las dos rocas. Esta paleta se mueve con la presión del agua canalizada en pircas de piedra. El líquido cae y golpea contra la paleta y se produce el movimiento de la piedra móvil. Dotado de todo el confort que exige el turismo moderno, Cafayate cuenta con hoteles y residenciales de gran calidad, restaurantes y confiterías, hospital, correo, sucursales bancarias, y todo cuanto se necesita para sentirse bien. Además, hay campings y es posible la práctica de diversos deportes.

Finalmente, en esta localidad se celebra la Serenata a Cafayate, uno de los festivales de folclore más importantes de todo el noroeste argentino. Nació por la iniciativa del empresario Arnaldo Etchart. Comenzó en 1974 como un festival folclórico hasta convertirse en una verdadera muestra cultural, las más importante del Norte Argentino y declarada de interés nacional. Este emprendimiento reúne en el mes de Febrero a los jóvenes que entregan sus propias canciones, marcando el fin de la temporada veraniega y a los más importantes artistas argentinos. Desde sus orígenes se realizaba en la Bodega de los Coll, instalaciones frecuentadas por los niños para tener aventuras de fantasmas. Artistas y poetas que se dieron cita en su interior, dijeron ver duendes, los duendes del folclore. Por ello se la conoce como LA BODEGA ENCANTADA.

Cafayate es toda una convocatoria para el turismo. Dícese que quien no conoce Cafayate no conoce Salta, y algo hay de cierto en ello.

 

Tren de Las Nubes

Este emprendimiento ferroturístico, hoy de renombre mundial, nace por iniciativa de las autoridades del Ferrocarril General Belgrano quienes, en noviembre de 1971, resuelven hacer correr un tren experimental con funcionarios y periodistas.

El 16 de julio de 1972 se realiza el primer viaje oficial turístico, lo que se mantendrá por 18 años hasta 1990, cuando los ferrocarriles del Estado son privatizados. Desde 1991 hasta el 2014 el emprendimiento turístico «Tren a las Nubes» permanece en manos de capitales privados salteños. En Julio del 2014 el gobernador Dr. Juan Manuel Urtubey decidió crear la sociedad del estado Tren a las Nubes SFTSE para brindar un servicio bajo estándares de calidad y seguridad internacionales.

Según el periodista y escritor Luis Borelli, el nombre «Tren a las Nubes» se debe a un filme en colores realizado por dos camarógrafos tucumanos que, en la década del ’60 antes de la explotación turística- hicieron el tramo Salta / Socompa a bordo del tren. Cuando llegaron al Viaducto La Polvorilla, la máquina hizo una descarga lateral de vapor que, por consecuencia de la baja temperatura del lugar, no se disipó rápidamente y quedó flotando por unos momentos en el aire puneño. El trabajo realizado fue ofrecido al Ferrocarril y luego lo cedió al periodista del Diario Clarín Emilio Petcoff, para que hiciera el guión del documental. El reportero, al observar la filmación, se vio atraído por el chorro de vapor que abrazó a la máquina en La Polvorilla y tituló a ese trabajo «Tren a las Nubes». Posteriormente, Ferrocarriles Argentinos adoptó ese nombre para el único emprendimiento turístico ferroviario que tenía el país en ese entonces, que recorría 217 km del Ramal C14.