Cuenta el investigador y crítico teatral Leonardo Azparren que fue el periodista Lorenzo Batallán quien bautizó a la tríada formada por José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud e Isaac Chocrón como «la Santísima Trinidad» del teatro venezolano en el año 1962, cuando estrenaron Triángulo, un experimento dramatúrgico que pasó a la historia como un capítulo imprescindible de las tablas locales.
Hoy esta tríada pone a prueba la vigencia de su decir, pues actualmente en la cartelera teatral, y acaso por azarosas coincidencias, tres obras vuelven a recrear tres visiones de país que siguen teniendo resonancia en la actualidad. Se trata de El día que me quieras, de Cabrujas (Trasnocho Cultural); Reina pepeada, de Chalbaud (Centro Cultural BOD); y Escrito y sellado, de Chocrón (Centro Cultural Chacao).
Pero además el nuevo elenco de la Compañía Nacional de Teatro se estrenará con El pez que fuma en el Teatro Teresa Carreño y actualmente se está proyectando en las salas de cine un documental sobre Cabrujas llamado El país del disimulo, dirigido por Antonio Llerardi y Belén Orsini.
El regreso de la trinidad
El actor y director Héctor Manrique, quien actualmente está al frente del montaje El día que me quieras, señala que el calificativo atribuido a estos creadores escénicos no solo se debía a sus obras, sino que también denotaban el increíble equipo de trabajo que conformaron los tres, produciendo, dirigiendo, escribiendo sus obras entre sí, así como fundando uno de los grupos más importantes del teatro venezolano: El Nuevo Grupo.
Azparren afirma que esta tríada fue la que mejor expresó la realidad del país, a partir de 1958, año que marca el fin de la dictadura de Marco Pérez Jiménez. Para el investigador, Cabrujas, Chalbaud y Chocrón fueron los que «mejor» abordaron la renovación escénica y temática del teatro venezolano.
Con respecto al lenguaje teatral, la tríada fue «un poco más allá de lo que yo he llamado el realismo ingenuo, una visión un tanto escolar de la realidad venezolana. Ellos experimentaron con el tratamiento del tiempo y del espacio escénico, lo desnudaron de atributos accesorios, lo poblaron de imágenes y de personajes desconocidos hasta entonces por el público caraqueño», explica Leonardo Azparren.
Esas imágenes y esos personajes inéditos constituyeron la punta de lanza en el proceso de una renovación temática en el teatro venezolano, agrega el crítico. Una temática que se desprendió del costumbrismo y el localismo teatral e introdujo temas como el éxodo rural, la esquizofrénica identidad nacional, las contradicciones ideológicas, las libertades individuales, la homosexualidad, la doble moral, etc. Asuntos que hoy continúan sobre la mesa en la sociedad venezolana.
La predicción Santísima
El director Marcos Purroy, quien el año pasado lideró el proyecto escénico «Santísima Trinidad», se atreve afirmar que las obras de estos dramaturgos no solo retrataron el presente sino que además predijeron el futuro: un país que se repite cíclicamente en sus mismos errores.
«Hay una suerte de profecía. La Santísima Trinidad se adelantó a su tiempo. Cabrujas, Chocrón y Chalbaud escribieron en un momento histórico de transición, de una democracia bipartidista a una que empezó a hacer fricción. La profecía tiene que ver con que ellos percibieron que la democracia era una especie de disfraz y que en algún momento eso se rompería», explica Jorge Souki, quien dirige Reina pepeada.
Para Souki y Purroy, el país se repite. «Ha cambiado, pero sigue siendo el mismo. Lo que ha cambiado son las formas y las diatribas políticas. Chalbaud, Cabrujas y Chocrón pertenecieron a la vanguardia, ahora sus obras dicen lo mismo, pero con más agudeza que en su tiempo. Vemos la profecía cumplida», señala Souki.
Manrique expresa que la obra de estos autores, considerados ya clásicos por Souki y Azparren por la vigencia de sus palabras, deberían estar de manera constante sobre el escenario no solo en Caracas sino en el interior del país. «Como voces dramatúrgicas, no solo tienen una enorme vigencia sino que son absolutamente necesarias», dice Manrique.
Y esa necesidad a la que alude Manrique tiene que ver con la manera y el discurso con los que estos tres dramaturgos representaron la realidad del país cada uno a su manera. Azparren describe cada una de ellas de la siguiente manera:
«Chalbaud es el primero que descubre en escena el universo de la marginalidad urbana, le da categoría, casi autonomía al sistema de vida de esa marginalidad en Caracas. Él vivió su infancia y parte de su juventud en los alrededores de la Plaza Capuchinos, estuvo en contacto con ese universo del que nadie se había ocupado antes, y lo hizo con una visión muy crítica», explica el crítico teatral.
En el caso de Chocrón, Azparren indica que la larga estadía del dramaturgo en Estados Unidos (lugar donde se formó) generó, a la hora de regresar al país, un gran «desconcierto» con respecto al país que dejó y el que encontró. Desde ese desconcierto escribe Chocrón, «el más importante dramaturgo venezolano de la subjetividad», en el que la pregunta más importante es «¿quién soy?». Desde la intimidad de esa pregunta, el dramaturgo trama con cierto componente autobiográfico el problema existencial del ser humano, indica Azparren.
«Todo dramaturgo escribe lleno de desconcierto y asombro, pero en Cabrujas ese asombro, esa incertidumbre, tiene mucho que ver con sus colapsos ideológicos y eso se ve claramente en El día que me quieras. En ese sentido estoy convencido de que Cabrujas es el mejor representante de la generación que se incorpora a la vida pública con la democracia a partir de 1958», explica Azparren, quien agrega que éste es quien «mejor» presentó el problema de la identidad del venezolano.
Javier Vidal, quién dirige actualmente Escrito y sellado, afirma que la dramaturgia de estos tres creadores «impone una performática, un acción sobre la escena, que impone y dicta al director lo que tiene qué hacer» y para él ese es un sello distintivo.
Purroy atribuye el regreso de estos tres dramaturgos a la escena caraqueña a la necesidad del venezolano de repensar su destino. «El creador y el público venezolano están mirándose el ombligo y eso siempre ocurre en tiempos de crisis. La gente necesita hacer catarsis y el teatro es la mejor herramienta para ello», explica
Los tres dramaturgos siguen iluminando la realidad del pasado y del presente «porque hablaron del país, un país que pareciese que se nos está agotando. Tenemos una sensación de campamento, como decía Cabrujas, de que todo el mundo está de paso, nadie quiere quedarse en Venezuela, lo que escribieron ellos es la metáfora más grande del país», sentencia.
Fuente: http://www.eluniversal.com