En Cali, Colombia, el área Cultural del Banco de la República encierra una sorpresa. Una bóveda de seguridad que contiene una magnífica colección arqueológica, compuesta por grandes y vistosos adornos de oro, artefactos de piedra y madera, y recipientes y figurinas de cerámica que describen la vida y las capacidades artísticas de quienes habitaron el Valle del Cauca antes de la conquista europea.
En el área Calima, al noroeste de Cali, la arqueología ha recuperado más de 9.000 años de historia, hallando vestigios superpuestos de distintas sociedades que habitaron la zona en períodos sucesivos: el Precerámico de los primeros pobladores seminómadas, y los denominados Ilama, Yotoco y Sonso entre los grupos sedentarios.
La región Calima, de clima templado, buenas aguas y suelos fértiles, goza además de la cercanía de ambientes distintos que fueron explotados desde épocas remotas. Abundantes recursos llegaban de territorios vecinos: la palma de chontaduro de la selvática llanura costera proporcionó frutos nutritivos y madera resistente para elaborar bastones, bancos y dardos; de las tierras cálidas del valle del río Cauca provenía el algodón para tejidos y mantas que por la acidez de los suelos no se conservaron hasta hoy; el oro de aluvión, aunque se encuentra en Calima, venía probablemente de los cursos bajos de los ríos del suroccidente colombiano donde es más abundante.
Piedras como el cuarzo transparente, la pizarra verde, la pirita y la lidita negra de bordes cortantes, eran asimismo traídas de zonas vecinas por caminos que aún se ven en las faldas de las colinas y que hasta hace poco los campesinos de Calima todavía usaban para bajar a pescar al río Cauca.