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Así celebra DELIRIO su décimo aniversario

Así celebra DELIRIO su décimo aniversario

Muchos artistas colombianos tienen que complementar su profesión con otra actividad económica para poder subsistir “porque en este país no se puede vivir del arte”.

Sin embargo, los bailarines, artistas circenses y músicos de Delirio han demostrado lo contrario. Hace diez años vienen presentando un espectáculo que se ha consolidado como el show más importante de baile del país, e incluso es un referente mundial.

La vida de los artistas de Delirio gira alrededor de la danza. “Si no estoy bailando, estoy pensando en nuevos pasos. Trato de ver cómo otras actividades de mi vida, como el colegio, me pueden aportar a ser un mejor bailarín”, dice Santiago Ayala, un joven de 16 años que lleva la mitad de su vida presentándose en el espectáculo que ofrece Delirio.

Carlos Paz (Maestro de salsa y bailarín de salsa vieja guardia), Alex Torres (Director banda sonora de Delirio), Andrea Buenaventura (Directora Fundación Delirio), Santiago Ayala (Bailarín) y Cecilia Montezuma ( Maestra y coreografa).

Una de las maestras de la Fundación, Cecilia Montezuma, es un vivo ejemplo de cómo el baile permea todas las esferas de su vida. “Mi papá, mi hermana, mi cuñado y mi esposo son bailarines. Y mi mamá confecciona algunos vestidos de las presentaciones”, aseguró.

Durante cuatro días de la semana, de 2:00 p. m. a 10:00 p. m., la coreógrafa y codirectora da clases de baile en la escuela de baile Constelación latina –el negocio de su familia–, que hace nueve años provee artistas para el espectáculo de Delirio, en el que también se puede ver artistas circenses, música en vivo, una gran puesta en escena e historias que se relatan a través del baile.

Vivir del arte requiere disciplina si se desea sobresalir. Además, de las 16 horas semanales de baile en la escuela, cada uno de estos artistas también debe asistir a las jornadas de ensayo del espectáculo que ofrece Delirio, que puede tardar seis meses en su ensamble total.

“Las personas que llegan a este show, generalmente ya tienen una formación profesional. Están listas para el espectáculo, para sorprender al público”, dice Carlos Paz, otro de los maestros de Delirio, conocido como ‘Resortes’ por su destreza para mover los pies de formas inusitadas.

Detrás del telón, Álex Torres, vocalista y director de la banda sonora de Delirio, dice vivir en un mundo de fantasía. “Yo a veces no separo la realidad de la fantasía. Es increíble que puedas vivir de lo que te gusta hacer porque no lo sientes como un trabajo, te pagan por hacer algo que te divierte. Yo todo el tiempo hago música, incluso cuando no estoy ensayando, porque me fascina”.

Andrea Buenaventura, directora de la fundación Delirio, explica que el éxito se debe a la fuerza de la idea, acompañado de una buena gestión en la administración: “Delirio ofrece un espectáculo, pero el espectáculo está enmarcado en un modelo de negocio”.

Estos bailarines de Delirio se han presentado en varios lugares del mundo como Argentina, Brasil, Estados Unidos y otros paises de Europa.

La fundación prepara a los artistas y estos a su vez presentan un espectáculo de tal calidad que hace que la gente pague por ver. “Desde las cifras, anualmente Delirio genera 480 millones de pesos de aporte parafiscal (10 % de ventas en boletería) y 400 millones de pesos para Sayco y Acimpro”, asegura Buenaventura.

La directora, quien lleva 30 años trabajando con bailarines, agregó que “el espectáculo que se presenta es excelente porque los bailarines de salsa son muy competitivos, ya que con los premios y con el reconocimiento afuera del país se han dado cuenta de que pueden ser visibilizados, más que por ego, es algo estratégico”.

Montezuma explicó que sus estudiantes han visto en la competencia la oportunidad más clara de salir adelante. Si alguien se gana un mundial de salsa, como ha pasado con algunos de los integrantes de Delirio como Viviana Vargas y Luis Enrique Solano, las personas querrán verlos, entonces su talento se vuelve rentable.

La directora de Delirio se muestra optimista con respecto a la cultura y al arte: “Dentro de muy poco se va a poder vivir del arte en Colombia. La cultura en el país genera el 20 % de empleos. Además, ha crecido en 4,3 % en los últimos años”. Hace falta una ley que provea seguridad social para los artistas y que otros actores de la sociedad se den cuenta de que la cultura es sostenible.

El impacto social es intangible, pero gracias a este tipo de iniciativas se ha logrado que niños y jóvenes puedan encontrar en las industrias creativas un camino para vivir y ser reconocidos.

La Pinta

Delirio presentará ‘La Pinta’ en Bogotá en septiembre en Corferias, con motivo de su décimo aniversario. La obra relata la vida de una comunidad en un barrio popular de Cali a través de una puesta en escena de 90 artistas, entre bailarines, músicos y artistas circenses.

La salsa será el vehículo para mostrar la historia de amor imposible entre Dolores la Pachanguera y el Negro Tumbao, dos personajes representados por los campeones mundiales de Salsa, Viviana Vargas y Luis Enrique Solano. Carlos Paz, bailarín solista de la vieja guardia, estará presente y personificará al cura que busca la paz y la convivencia del barrio a punta de danza.

 

¿Qué está pasando con la Salsa en Cali?

¿Qué está pasando con la Salsa en Cali?

Aunque a la ciudad se le conoce como la capital salsera de Colombia, la situación de algunas escuelas de baile amenaza este sitial de honor. Pero la crisis puede ser una oportunidad

Para los miles de jóvenes caleños que sueñan con convertirse en bailarines profesionales de salsa, el salsódromo de la Feria de Cali es el primer gran peldaño. Todos los días, durante seis meses, se encierran en las escuelas a preparar las coreografías con las que esperan asombrar a un jurado que cada año decide quién participa del evento. Solo algunos llegan al desfile que cada 25 de diciembre reúne a los caleños al mejor estilo del sambódromo del Carnaval de Río de Janeiro.

Pero la última edición dejó un sabor agridulce. Muchas voces se quejaron de algunos problemas de logística (como baches en medio del recorrido) y, especialmente, de la evidente fatiga de algunos de los bailarines en la última parte del camino, que por primera vez fue de 2 kilómetros (normalmente era de 1).

El tema generó muchos comentarios que no parecían nada serios hasta que la ministra de Cultura, Mariana Garcés, lo abordó en el diario El País, de Cali: “Me preocupa lo que está pasando con el sector de la salsa en Cali, porque en este fin de año algunas personas me han expresado su inquietud por el cierre de varias escuelas de bailarines. En la Bienal de Danza de 2015 un censo nos arrojó la existencia de 56 escuelas de salsa en Cali. Pero me cuentan que 20 han cerrado (…) Eso se tiene que ver reflejado en la calidad de ese gran espectáculo”.

Sus declaraciones armaron polémica pues la salsa forma parte de la vida diaria de los caleños y mueve sectores como el turismo, el entretenimiento y la cultura. Y desde la Secretaría de Cultura de Cali respondieron que hay 130 escuelas según cálculos de la Alcaldía y de Asobasalsa, la asociación de bailarines más grande de la ciudad, pero aceptaron que algunas sí atraviesan por graves problemas.

Las escuelas, consideradas patrimonio cultural de la ciudad, son claves para el desarrollo de la salsa. No solo son el semillero de los bailarines que participan en los espectáculos y que viajan por el mundo como embajadores del país, sino que en muchos casos cumplen una labor social. Mientras las más grandes se dedican a preparar bailarines profesionales para eventos como el salsódromo o el Mundial de Salsa, las otras (la mayoría) reclutan niños en los barrios marginales de la ciudad. “Estas son las que les enseñan a bailar, las que los alejan de las drogas y la violencia, las que les muestran otro camino y ocupan su tiempo libre”, explica Diceidi Ballesteros, directora de Fedesalsa, otra de las organizaciones que agrupan a los bailarines.

El problema es que muchas de estas pequeñas escuelas sobreviven a duras penas. En el papel todas les cobran mensualidades a los alumnos (que pueden ir desde 12.000 hasta 100.000 pesos), pero como la mayoría no tienen con qué pagar los aceptan gratuitamente. El costo de los instructores, el arriendo del espacio, el pago de servicios públicos y la compra de los implementos muchas veces ahogan a los directores, que tienen que acudir a créditos con los bancos para no desaparecer.

Las escuelas más grandes enfrentan otro problema que, paradójicamente, tiene que ver con la calidad de su trabajo. Desde 2012 muchos bailarines han sido reclutados para participar en giras que duran seis meses (o incluso un año) por países como China, Turquía o Rusia. Y aunque esa es una buena noticia para ellos, que viajan por el mundo y reciben muchos más ingresos que en Cali, las escuelas han tenido que enfrentar la reducción de sus nóminas.

Edwin Chica, director de la Academia Salsa Viva y Tango Vivo, dice que esto se ha notado en espacios como el salsódromo: “Nosotros tratamos de no desarticular los grupos base de bailarines y programamos quién se va cada temporada. Pero hay escuelas más pequeñas que no han podido enfrentarlo. Algunas han desaparecido y otras se han fusionado entre sí”.

Aunque de diez años para acá vienen creciendo los esfuerzos para que la salsa sea un atractivo turístico de Cali, al parecer los espacios salseros en la ciudad aún son pequeños para la cantidad de bailarines que existen (alrededor de 10.200 según los cálculos de los expertos). Espectáculos como Delirio, Ensálsate o El mulato cabaret –una opción para que los caleños y los turistas disfruten todo el año de la salsa y no esperen a la Feria de Cali o el Mundial de Salsa– han sido de gran ayuda, pero no alcanzan a cubrir a todos los bailarines ni a todas las escuelas.

En el sector ya están trabajando para solucionar esos problemas. El 20 de enero, el Ministerio de Cultura convocó una reunión con la Alcaldía, la Gobernación y las asociaciones de escuelas y bailarines, y allí crearon una mesa que se reunirá cada mes para hacerle seguimiento a la situación. De ese espacio ya surgió la primera tarea concreta, que es caracterizar a las escuelas. Más adelante se dedicarán a analizar propuestas y a implementar soluciones.

Las escuelas están pensando en un modelo en el que el Estado patrocine becas para algunos alumnos, mientras que la Alcaldía evalúa varias estrategias como pagar el salario de algunos instructores o clasificar a las escuelas en tres categorías para establecer una serie de apoyos, no necesariamente económicos.

Muchos creen que también hay que fortalecer los espectáculos de salsa de la ciudad y crear nuevos espacios para aprovechar el talento de los bailarines. Pero Andrea Buenaventura, directora artística de Delirio, dice que debe ser un proceso paulatino: “Primero hay que garantizarles seguridad social a los bailarines y fortalecer las escuelas. Luego sí pensar en generar nuevos mercados. Hay mucho por hacer, la salsa lleva en Cali 50 años y es un sector joven, culturalmente hablando”.

Además los bailarines son solo una parte del mundo de la salsa en Cali. De allí también hacen parte las orquestas, los melómanos, los dueños de locales y discotecas, los investigadores sobre temas de salsa, los coleccionistas y, evidentemente, el público. Y a pesar de la llegada de nuevos ritmos como el reguetón, los caleños siguen prefiriendo la salsa: las discotecas se llenan, los mejores salseros del mundo visitan la ciudad, los museos crecen, como el de Jairo Varela, y cada vez más turistas llegan en busca de cursos de baile.

Y aunque la polémica con las escuelas ha hecho que otros miembros de la comunidad salsera levanten la voz para pedir puesto en la mesa –los intérpretes, por ejemplo, consideran que ellos también necesitan espacios para dar a conocer las nuevas orquestas locales–, en términos generales la salsa no está en riesgo.

Como explica Luz Adriana Betancourth, secretaria de Cultura de Cali, “en la ciudad hay mucho talento y calidad. Al último mundial vinieron jurados de Atlanta, México y San Juan, y se dieron presentaciones sobresalientes, muy comentadas”.

Por eso muchos piensan que el problema actual es la oportunidad perfecta para corregir situaciones puntuales y darle a la ciudad un impulso. Para que nadie tenga duda alguna del calificativo de Capital Mundial de la Salsa.