Situado en el barrio de Cayo Hueso, muy cerca del famoso Malecón, encontramos un pequeño lugar de culto. Si no sabes dónde te diriges, dudas si entrar o no, pensando que forma parte de un recinto con apartamentos extravagantes. A la entrada hay un muro de piedra y metal, donde ya empiezas a intuir que lo que vas a encontrar dentro no es parecido a nada de lo que hayas visto antes.
Fundado en 1.990 en honor a uno de los primeros pobladores, Fernando Belleau Hamel, este callejón se hizo famoso por esconder el primer mural urbano de la cultura afrocubana. Pintado por Salvador González Escalona, que decidió cambiar el barrio cuando fue a pintar la casa de un amigo y observó lo deterioradas que estaban las fachadas de los edificios. Gracias a él, las paredes están repletas de murales y la imagen de este barrio, que ha cambiado totalmente, perdurará en el tiempo.
A lo largo de los años, este rincón escondido de La Habana se ha llenado de coloridas pinturas, originales esculturas, poemas escritos en piedra y escondites de santería y embrujo. Este increíble lugar tiene un equilibrio especial. Para las pinturas, Salvador utilizó esmaltes de coches y para las esculturas, materiales reciclados. Se podría decir, que la creatividad llega a su máxima expresión cuando el artista de reinventar una pared decorándola con bañeras y columnas y transformándola en una obra de arte.
Actualmente, el callejón está repleto de talleres para jóvenes que quieren aprender sobre la cultura afrocubana. Los visitantes tienen la oportunidad de conocer a algunos de los artistas y llevarse a casa alguna pintura de recuerdo.
Pero no todo es pintura y escultura en el Callejón de Hamel. Los fines de semana se llena de gente, cubanos y turistas, y se convierte en un escenario al aire libre donde rumba, son y tambores lo inundan todo. El baile es increíble y puedes disfrutar de una mañana diferente a ritmo afrocubano.
En el interior de este mágico lugar, también podemos ver las claras influencias africanas. Un centro de adoración donde la santería es la protagonista, traída desde África Central y asociada a la religión Palo Monte. Más que una religión, se trata de brujería basada en los poderes de la Naturaleza y la veneración a los ancestros. Los palos son objetos sagrados con poderes infundidos por los espíritus. La práctica del Palo se realiza en el altar o nganga, y en el callejón podemos ver uno de ellos, donde los creyentes realizan sus ofrendas.