Castillo de la Glorieta
El Castillo de la Glorieta fue construido en 1893, encargado por Don Francisco Argandoña y Doña Clotilde Urioste de Argandoña, Príncipes de la Glorieta, Titulo otorgado por el Papa León XIII en reconocimiento a su labor benéfica a favor de la niñez sucrense.
La construcción del Castillo de la Glorieta estuvo a cargo del arquitecto Domingo Antonio Camponovo, quien combino varios estilos como el gótico, barroco, rococó, mudéjar, manierista, neoclásico y otros. Tres torres engalanan la estructura, la torre del príncipe con una cúpula al estilo ruso bizantino, la torre de la princesa con estilo árabe y mandarín, la torre de la iglesia que es una réplica del Big Ben de Londres, realmente un palacio al estilo europeo arabico.
En la actualidad fueron restaurados más de 35 ambientes del Castillo de La Glorieta donde se pueden apreciar la suntuosidad de la época en sus lujosos vitrales, retratos de la familia Argandoña y otros objetos, constituyéndose como un hito artístico de la ciudad de Sucre.
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A ella le gustaban las muñecas y el ‘Salón del Bien’. Él amaba los caballos y como buen minero, pasaba largas horas en el ‘Salón del Mal’, donde la figura central era el ‘tío’ de la mina. Los dos, fieles cristianos, acudían a la misa diaria que se oficiaba en la capilla del castillo, al pie de un hermoso altar de bronce labrado, hecho especialmente para ellos. Francisco Argandoña Revilla y Clotilde Urioste Velasco, príncipes de La Glorieta, construyeron su reinado en las hectáreas de bellos jardines y en un lujoso hogar que cobijaba su gran amor. Cada uno de los rincones, cada puerta y cada árbol de este singular palacio, construido por el arquitecto de origen italo-argentino Domingo Antonio Camponovo y convertido en patrimonio nacional, fueron pensados para demostrarle al mundo el poder, la riqueza y la estirpe de esta pareja reconocida por el papa León XIII, que en 1898 les dio el título nobiliario de príncipes de La Glorieta, por las obras realizadas en favor de los desposeídos. El lujo y la opulencia se mezclan en el Castillo de La Glorieta, que parece arrancado de un cuento de princesas y dragones, y permiten imaginar una vida de reyes allá en los tiempos del Sucre aristocrático. Pero también hay espacios que muestran otra faceta de ellos: la pareja sabía hacer el bien. Así es posible toparse con una estatua del príncipe junto a dos niños del hogar de huérfanos Santa Clotilde, mejor conocido como la ‘Pepiniere’, un trabajo realizado en bronce y ubicado en la entrada del Castillo de la Glorieta, y las ruinas de lo que fuera uno de los más importantes orfanatos del país.
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